Poseído por las letras Enrique Germán Martínez Marino poeta
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Yo quise ser un gran poeta en el mundo de las letras, para escribir palabras inmensas, apretadas o sueltas. Unas me ceñían, otras me iban huelgas, todas pugnaban por salir, prestas de mi lapicera. Un día escaparon todas de mi pluma de oro más vieja: y solas se escribieron en mi ajada antigua libreta. Eran sólo tinta e ideas más no eran aun poemas, mientras yo me soñaba en ferias firmando hasta bibliotecas. Y eran letras bellas… lloraba con sólo verlas yo que las tuve presas, en la tinta que no escribiera. Cuánto tiempo perdido hechas tintas y no letras Releía irreconocible verba, renovada y tan moderna, Inexplicable hubiera escrito con tal desenfado y lenguaje abierto. Pero casi sin darse cuenta se adueñaba lo nuevo en sigilo de mis más íntimas ideas. Ahora era un consagrado, soberbio monstruo sagrado del pensamiento despojado, gigantescas son hoy mis letras… mas quisiera volver a ser pequeño como era antes. Como hoy ya mi alma ruega Y en su insistir, impetra incesante.
Como semilla fecunda, en noble tierra has germinado, creciste entre mieses que con tu amor has regado, Recogiste el fruto con sudor cosechado. Tus sueños se cumplieron como habías anhelado.
Golondrina de mar las distancias te han seducido. Y tu corazón ha llorado cuando rezas en otro lado. Empeñas la vida a cada rato en la lucha que has enfrentado pero serás inmortal porque siempre estaré a tu lado.
Versos en Primavera Por Enrique Germán Martínez marino poeta
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Cuando el brillo del color jaspea el verde y el aroma es el mensaje de las brisas, si las ramas de los sauces displicentes alisan rizos en el río y lo acarician…
Si las risas de los niños se columpian y se acallan tristes llantos que no cesan, si los cantos de las aves hoy anuncian entusiastas su alegría sin sorpresas…
Cuando crece un sentimiento qué veneras y se adueña de tus horas y tu pulso, cuando quieres perdonar cuanto te hicieran y las heridas ya no dejan rastro alguno…
Cuando sumas tantos años sin siquiera recordar un triste invierno, si lo hubo… alza entonces la mirada, es primavera! un sol ardiente reinará en tu claroscuro.
La edad, los caprichos y el señorío Enrique Germán Martínez Marino poeta
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Cuando sea un hombre mayor vestiré un jogging holgado, preferentemente marrón, que se dé patadas con el calzado, lo usaré sin cinturón, y con manchas por todos lados. Mi retiro de militar lo gastaré en juegos de azar, si me alcanza para variar, me haré amigo de la licorera cincuenta años bien llevados, pero ni uno más, la jovenzuela. Compraré licores de marca que nunca he podido probar, por esa bendita guardia en puesto de responsabilidad, que siempre en una hora me había de presentar. Usaré sandalias con medias y cuando el calor agobie, en musculosa y no me odien…. en el zaguán con mate frío, los patoteros me envidiarían yo que no me veo tan mal, a más de uno puedo humillar. Hablaré a los gritos para que me crean sordo, y cuando se convenzan que no es engaño, es la huella de los años impostaré la voz Y les hablaré en susurro Para que sientan lo que son, Comparados conmigo: unos tontos y burros. Ay Señor, no veo la hora de ser respetado anciano por decirlo sin orgullo vano, «un distinguido señor mayor». Me saluden por la calle y se atropellen por complacerme. Y si en una de mis visitas toco el timbre en otra puerta, no me griten desde dentro: ¡es al lado viejo de mierda!
Un lugar de misterio Por Enrique Germán Martínez marino poeta
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En la distancia tu imagen, se disuelve en la niebla, que no penetran mis ojos y mi mente se ciega. Te imagino ajena otros brazos te rodean temerosa y con pena fue tu error ir tras ellas quimeras corriendo que raudas se alejan aunque tu andar inocente, aceleras. Entonces recuerdo nuestro espacio al misterio esa esquina en Belgrano de Cabildo y Olleros, de encuentros secretos, y pecar muy discreto, mintiendo a los a duendes y a las hadas de ensueños. Entonces recuerdo, las tardes de invierno, de brisas amables, y los veranos ardientes tu escribías un verso, yo leía silente y al mirar el espejo de las rimas y sueños, a un café confesábamos pecados diversos.
“Sumas y saldos” Enrique Germán Martínez marino poeta
Sobre ideas de charlie Verón
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Qué es lo más inteligente que hice en mi vida? Me preguntaba, en una noche perdida de insomnio y reflexión . Vivir es condición, pero salir de una etapa cumplida, es correr delante.. de la vida, ¡es renovación! No sea que te alcance, con su monotonía, sus liturgias repetidas, y su credo de inacción. Pero aún hay más. Tu señorío ausente es no haber decidido, galante y atrevido, cuando tu tiempo fue presente. Lo mejor que puedo hacer en este final de partida, es tomarme las cosas a risa Y deslumbrar sin pretenderlo. Andar sin ninguna prisa agradar sin saberlo no evadirme siquiera de mi yerros regocijarme del señorío de los abuelos incluso en la adversidad Y sin comerlo ni beberlo mi reflexión final “ Debo vivir todo me lo gané, a no dudar Lo merezco En la tristeza Veteranía O adversidad en mi existencia tan singular en esta vida Para gozar.
En su orgullo olvidan los robles que su atavío colorido caduca, Y su fronda que otrora fue noble será resaca chispeante en la hoguera antes de las nieves tempranas que el otoño augura. El almendro y el arce pavonean sus naranjas que el brillo irradian de su hermosura Y al ocaso el rojo del cielo refuerza del fresno su sangre nacido en tierra con hierro, mientras el sauce de Plata humilla a la luna en su morada el cielo añoso un manzano, entre curioso y perplejo viendo los árboles jóvenes mirándose en el espejo, se pregunta que sentirán en la próxima luna cuando no les queden hojas todas caídas No les quedará ninguna. Toma nota de los árboles que fueron sabios al siguiente otoño. No vale nada así sea un tesoro lo que tu tienes. Lo que importa es es qué eres y más aun cuánto esa es tu fuerza esa eres tu y tu luz, es decir: qué tanto.
Versos en verano Enrique Germán Martínez Marino poeta
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Al descender el sol como fragua incandescente de Ephastos, desde Olimpo al tórrido desierto en un alba de verano, pintó de rojo el horizonte arenoso, el más lejano, cual si un artista inexperto o inescrupuloso derramara el pigmento, sin destreza, en imprimado y blanco lienzo, ya dispuesto. Quedaron cielo y tierra fundidos en un beso bermellón y aguachento, sin nubes de algodón, sanguinolento, que tiñó las cumbres de montañas, corrió, siempre rojo, por el fondo de los valles, y en raid interminable se trepó a rascacielos no sin antes también pintar hasta el tope de las jarcias de los barcos amarrados en el puerto… saltó al mar en otro horizonte desierto Y se hundió lento en un ocaso plácido que iba menguando en su inmersión, todo cuanto le quedara de sol tórrido de verano Y de violento.