«Sin rencores se fue» por Enrique Germán Martínez marino poeta

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Al cerrarse tus ojos las rimas callaron
despertaron los sueños de quimera ilusión,
encendieron candiles y en rostros transidos
sutiles con rastros de pena y dolor

Lloró largamente el ceibo ya viejo,
lloró el Eucaliptus que él mismo plantó
con sus jóvenes manos tersas y lozanas,
también a flores pequeñas tristeza embargó.
.
Lloró a cielo abierto el roble muy fino
De Europa traído, lloraba de pie,
sus deudos testigos consuelo perdido,
Y el pino que siempre gustó a Papá Noel.

Lloraba la vida perder su partida,
eterno destino que habrás de entender,
lloraron sus mares surcados de estelas
mas siempre una de ellas fue rumbo a volver.

¡Lloró también el poeta y que raro!
no lloran, sino que hacen llorar…
pero este poeta sabía en su alma
que quien se ha ido no habría uno igual.

Se acabaron los días de esperanzas eternas,
Ya no son infinitos horizontes que ves,
ya baten rompientes cual tambores advierten
está cerca la playa donde espuma has de ser.

Nos iremos de a uno sin aviso ninguno,
ya no habrá apenados en postrero acaecer
cuando frio esté el mármol y el bronce gastados
seremos de historia una letra, tal vez?

De aquello que dejas y no se ha vendido
Si aun tienes pendiente cristiano deber
reconcilia tu alma y de ti siempre digan
“alcanzó sus victorias sin rencores se fue

«Estirpe de Gloria» por Enrique Germán Martínez marino poeta

Estirpe de gloria
Enrique Germán Martinez
Marino poeta

Dedicado a los 44

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Hoy el alba me inspira
un poema imponente
en reflejo naciente
del sol al brillar,
recuerdo de glorias
laurel en la historia,
corona a valientes
de furia del mar.
Cuarenta y cuatro,
es virtud y ejemplo
que engalana al marino
arquetipo a imitar,
modelo supino
te enseña el camino
persigue su sombra
no te va a defraudar.
Son bronce sin mancha
ni mácula alguna,
son la estirpe más pura
del hombre de mar.
No alcanza mi verba
la augusta estatura
a que ellos crecieron
y hoy son fulgurar,
no tiene el poeta
palabras radiosas
con brillo y nobleza
ponerse a la par.
Los cuarenta y cuatro
son hermanos e hijos
que el cielo bendijo
para perdurar,
son amor en custodia,
son bronce en la gloria,
son brillo que un sol
no podrá emular.