«Águila desciende al mar» marcha o canción marinera a la barca de instrucción Cuauhtémoc por Enrique Germán Martínez marino poeta

» Águila desciende al mar» Marcha militar o canción marinera a la Barca de Instrucción Cuauhtémoc
Enrique Germán Martínez Marino poeta

escanear para escuchar recitado por el autor

Blancas Velas simbolizan
tradición de libertad
Rey azteca a la gloria
ascendió en Tenochtitlán

En la sombra de las jarcias
para la posteridad
Sol azteca queda impreso
águila desciende al mar

Estribillo
En Pacífico y Caribe
Cuauhtémoc ha de reinar
instruyendo a los marinos
en su eterno trajinar

La bandera mexicana
en la cangreja ha de flamear
custodiada por galantes
Caballeros de la mar

Rey azteca es noble emblema
que vigila sin cesar
en la roda horizontes
que el navío va a arribar.

Estribillo
En Pacífico y Caribe
Cuauhtémoc ha de reinar
instruyendo a los marinos
en su eterno trajinar.

En la Barca mexicana
un mensaje de amistad
lleva al mundo la proclama
de este pueblo por la paz.

De la Mar es Caballero
y Mexicana heredad,
en los pliegues de su emblema
“Patria, honor y libertad”

«Palabras de despedida de la marina del contraalmirante» por Enrique Germán Martínez marino poeta

PALABRAS DE DESPEDIDA DE LA MARINA DEL CONTRAALMIRANTE

ENRIQUE GERMÁN MARTÍNEZ​

La entrega de un cargo en la Marina constituye a primera vista un acto rutinario del servicio, por medio del cual se cumple un mecanismo administrativo formal. A partir de él se transfiere la responsabilidad de la conducción de un área de la Armada entre dos jefes navales que cumplen los requisitos necesarios.​
Esta liturgia naval, por todos conocida disimula el ánimo personal de sus protagonistas y esconde el significado profundo de una circunstancia, que por tener un sensible contenido humano, es al igual que ellos única e irrepetible.​
En primer lugar expresa la coherencia de una Institución bicentenaria que persiste en transferir sus conocimientos, principios y valores a los que nos siguen de un modo organizado, de una manera prolija y a la vista de superiores y subordinados, dándole un carácter irrefutablemente institucional.​
Pero lo que se transfiere no es solamente un cargo administrativo, sino muy por encima de él, la responsabilidad de velar, dentro de su alcance, por los cimientos de la Institución misma, que no son solamente sus conocimientos técnicos, ni el sistema de deberes y derechos, sino la custodia de ciertos pilares que hacen a la vigencia de cualquier institución: LOS VALORES.​
Por eso es que mi último acto del servicio, me mueve a reflexionar sobre mis cincuenta y cuatro años en la Marina, transcurridos desde el día mismo en que nací y seguramente vi, sin saberlo, el uniforme naval de mi padre que minutos antes había entregado su guardia de servicio en la Base Naval Mar del Plata. Qué no daría por que me escuchara en este momento!​
Toda mi vida transcurrió en la Marina, no recuerdo otra cosa. Mi padre fue mi primer escuela de formación, el Liceo Naval ya formalmente, la segunda y la entrañable Escuela Naval Militar una reafirmación, meditada y madura, de las dos anteriores.​
En todas ellas escuché los mismos conceptos, que son aquellos en que se funda la razón de ser de las cosas y que brevemente deseo repetirme como un último examen de conciencia frente a todos ustedes.​
Aprendí que LA VERDAD por sobre todas las cosas es la condición ineludible que nos habilita a vivir cada día que comienza en la Armada. Pero no será VERDAD si olvidamos algún retazo de ella en un pliegue de nuestra conciencia y más aun, será un tormento enfrentarnos diariamente a ella y a la mirada inquisitiva de nuestros subordinados.​
Me enseñaron que LA RECTITUD DE INTENCIÓN se refiere principalmente a actuar inspirado en el bien común, que por extensión nos beneficiará a todos de una manera justa, ecuánime y equilibrada. Esto implica el desprecio al beneficio propio, ya que el egoísmo nos aísla y le resta vigor al esfuerzo honesto del conjunto.​
Escuché también que la HOMBRÍA DE BIEN es la que nos inspira a reconocer con grandeza el justo mérito a los demás y atribuirles el reconocimiento que merecen. Qué gran ejercicio de humildad permanente fue pretender ser considerado un hombre de bien!​
Por su parte LA INTEGRIDAD, conjugaba para mí una suma compleja de compromisos, entre los que identificaba como el más trascendente, el ejercicio de la autoridad. Es decir el ejercicio del poder que nos otorga el sistema institucional al asignarnos responsabilidades.​
Qué difícil no desear el poder, no aspirar a él sin tener un proyecto solidario, imaginado para los demás, despojado de TODO interés propio, dedicado íntegra y exclusivamente a la Institución. Y qué opuesto a la naturaleza humana no envanecerse con los honores, las distinciones y los sutiles privilegios del mando. ​
LA HONRADEZ, logré entender, no se dimensiona en una escala cuantitativa. No se es muy honrado o poco honrado, se ES o NO se ES honrado y serlo, no se relaciona exclusivamente con la gestión del patrimonio. También se pueden defraudar las expectativas de las personas y su confianza y ese patrimonio es irrecuperable, ya que a diferencia de la moneda no se puede volver acuñar. ​
LA LEALTAD, siempre me decían, es como un cristal, inalterable hasta la eternidad, pero irreparable si se quiebra, porque nunca podremos disimular la grieta de nuestra traición a quienes entregaron a nosotros su confianza. ​
También recuerdo superiores BUENOS y JUSTOS que, sintetizando estas cualidades, supieron brindarme su ejemplo de generosa entrega al servicio dando su mejor esfuerzo a la Marina.​
Tratando de honrar estos y muchos otros valores, que con seguridad ustedes también atesoran en sus corazones, intenté transitar mis años de profesión, que hoy pasan frente mis ojos de manera vívida y fugaz.​
Años intensos e imposibles de evocar en un párrafo de despedida. ​
Años jóvenes al comienzo, llenos de entusiasmo y jornadas de mar azul, en los que se funden los recuerdos de la familia y la carrera, que comienzan casi al mismo tiempo, con el mismo sacrificio, con similares ilusiones. ​
Muy pronto vinieron años de luto, en los que fuimos envueltos por un torbellino trágico de desencuentros entre hermanos. Vaya si los recuerdo!… en medio de tantos olvidos…​
También aprendí sobre valores durante la guerra del atlántico sur, mediante el ejemplo de CORAJE y ENTREGA AL SERVICIO que nos legaron muchos camaradas, ausentes para siempre. A todos ellos, que dejaron su vida en su puesto de guardia, les rindo este eterno tributo de recordación y homenaje. ​
Inmediatamente después vinieron años de renovación tecnológica en la Armada, de intenso estudio de los nuevos medios, de ejercicio diario de la CONSTANCIA y del INGENIO para afrontar el cambio, ejemplo que dio toda una generación naval en esta etapa inolvidable de cambios. ​
Fueron años en que se exacerbó la CULTURA DEL TRABAJO y del ESFUERZO, pilares de la superación profesional. ​
También hubo años de culminación de grandes metas, esas que uno se propone desde sus primeros sueños como cadete naval: el ejercicio del comando en el mar. Si bien el tiempo va desdibujando los nombres, las personas y las circunstancias, me llevo impreso en el alma el orgullo de haber comandado la Fragata LIBERTAD y de haber conducido esa jarcia gloriosa por el mundo llevando el mensaje de amistad que los argentinos hacen llegar a todos los pueblos por intermedio de sus buques de instrucción, desde hace más de 100 años. ​
Los años recientes son un recuerdo fresco, sin proyección objetiva. Son un presente fugaz durante los cuales participé en la conducción superior de manera efímera pero intensa, tratando de orientar, desde el cargo de Director de Operaciones Políticas y Planes esta área de la Armada en el contexto de su razón de ser, es decir en la visión de plazos más extensos que la coyuntura diaria.​
Ese será el último recuerdo de mi vida en la Armada y es tiempo de sentirse agradecido.​
Agradecido a los que me formaron y me condujeron con su palabra y con su ejemplo, algunos de ellos honrándome hoy con su presencia. ​
Agradecido a los que confiaron en mí.​
Agradecido a los que me otorgaron la libre elección de obedecer, la oportunidad de dirigir y el desafío de mandar.​
Agradecido a los que fueron leales.​
Agradecido también a quienes me criticaron porque por encima de todos, ellos me incentivaron a corregir mis falencias. ​
Agradecido a la Marina, porque todo lo que soy se lo debo a ella.​
Agradecido a la vida porque fue generosa conmigo.​
Muy especialmente agradecido a quien fue mi superior inmediato durante los últimos dos años, el señor ex Subjefe del Estado Mayor General de la Armada, vicealmirante Ernesto JUAN, quien respaldó y valoró mi accionar, orientando con sabiduría, corrigiendo con justicia, consintiendo con grandeza y guiándonos a todos con su ejemplo de hombre sereno y militar de convicciones íntegras. ​
Agradecido a mi familia, especialmente a mi esposa por acompañar esta larga jornada en la Marina. ​
Señor capitán de navío Carlos Alberto Paz, no sólo le entrego mi cargo sino que me siento honrado también estar dejándole un espacio en la Marina. Para mí es una distinción, ya que le reconozco cualidades que yo no puedo acreditar. ​
Como dijo el Coronel de Marina Tomás Espora ”sólo me precio de poseer la sabiduría simple que da la mar al marinero” por ello no me quiero limitar en decirle lo poco, pero lo más importante, que creo haber aprendido en tantos cuartos de guardia, observando horizontes infinitos, que por supuesto usted también conoce. ​
Es la conducción del personal, la primer virtud que debe acreditar el buen marino. Se traduce en comprensión, tolerancia y modo señorial en el trato con los subordinados. Lo demás será por añadidura y con seguridad, ésta sola virtud, permite obtener de ellos los mejores frutos, entonces sí, para el servicio naval diario con todas sus implicancias. ​
Nadie puede hacer grandes cosas por sí mismo. El verdadero éxito se afirma en la conformación de un buen equipo de trabajo, en su motivación y en la consideración honesta y abierta de todas las opiniones individuales, que no por diversas son equivocadas. Todos tienen siempre algo valioso que decir.​
El sano y honesto disenso a veces nos ilustra, otras veces nos compromete a elaborar más nuestra propia convicción y otras veces nos ilumina más allá de nuestra comprensión, que por ser humana es necesariamente falible e innegablemente limitada. ​
Finalmente, de la misma manera que al caer un ancla hacia su fondeadero vemos un sinfín de eslabones que se escurren hacia el mar, cada uno de nosotros es un eslabón que enlaza el presente con el futuro. Así es como se desliza en forma vertiginosa nuestra permanencia en el servicio. Mientras caemos por el escobén somos trascendentes, porque si fallara un solo grillete se interrumpiría la cadena que conforma el historial de la Armada, pero al mismo tiempo somos efímeros. ​
Somos sólo un eslabón más que pasa a toda velocidad frente a los ojos, en dirección hacia su destino. ​
Hoy engrana un nuevo eslabón en la corona de barbotín de la Armada que será tan trascendente y efímero como los anteriores y como los siguientes. Quiera Dios iluminar sus decisiones para que contribuyan a guiar el rumbo de la Institución de la misma manera que lo hicieron nuestros predecesores. ​
Ahora sí, llegó el momento de entregar la guardia y descender finalmente la planchada, que en mi imaginación se presenta ancha y luminosa, para regresar a casa después de una prolongada ausencia.​
Durante este breve y último saludo al pabellón, sólo me resta dar gracias a Dios por haberme dado el privilegio de prestar servicios durante tantos años en la Institución donde nací, en la ARMADA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA.​