La Nao «Madre de Dios», Capítulo Cinco.

El mar aun descansa
su enojo dormido,
el viento no deja
oír ni un ronquido.
Marinos trabajan
aun aturdidos,
el mando lamenta
un gaviero perdido.

Devotos rezando
en la borda reunidos
mirando el carajo,
del acto fallido.
Del tope del palo
Mayor se ha caído
salvó el mastelero
y su vida ha perdido.

Andaluz de Sevilla
de tinte morisco,
quince años tenia
no muy bien vividos,
Sus duros ganaba
en el puerto de rio,
que adiós les decía
a quienes se han ido.

Sonriendo zarpaban
la mar desafían,
América llama
a las almas sufridas,
Muchos llegaban.
Otros sucumbían.
Pequeño era el Puerto
De Santa María.

Con un astrolabio
en la mar porfiarían,
por medio del sol
Latitud conocían.
Por la altura del astro
todos los mediodías
el mando sabrá
por donde estarían.

«Latitud y longitud»
el binomio reía,
la altura de estrellas
medir no podían.
Con la hora precisa
que Dios requeria,
No había un reloj
Tan preciso esos dias.

Con tantos problemas
Nunca se han perdido,
Sin sol, ni estrellas
También llegarían,
A menos que su fortuna
Les reserve unos días
En el purgatorio
De una “calma chicha”.

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