Raquel y yo, dibujo a la tiza por Enrique G. Martínez.
Raquel, mi hermana querida.
Nombre que honra,
desde antiguos escritos,
luz y saber
a lo largo de siglos,
ejemplo y memoria
de quien ha vivido,
y legó un testimonio
a justos e impíos.
Ahora es presente entre un prójimo umbrío, que abraza indolente hedonismos y vicios, pero no hay en su alma confusión ni desvío, a su tiempo tendrá en su justo cuantío.
No conoce palabra que no haya cumplido, venera recuerdos que no borra el olvido, guarda lágrimas frescas de un tiempo ya ido, que clavó espinas eternas en cada latido.
Es patriarca de honor sin haberlo sabido, en aquellos que ven su interior señorío, y un aura en su alma potente en el brillo, que no ha de rendirse a ningún desafío.
Si un día yo hubiera dar rumbo al destino, quisiera su mano sentir como un niño, igual que los días -por cierto que fuimos,- pequeños que el cielo hizo hermanos unidos.