

Si acaso mi amor me asaltara la muerte,
que ésta siempre presta a un golpe de suerte
la espero confiado, a mi vida aferrado
daré mi pelea sin bajar los brazos.
No habrá de llevarse mi bien más preciado
ni fácil, prestado, cedido, o sin cargo
ni intente acercarse al alma en que guardo
con celo palabras que me dió el cielo Santo
Que dijo a este niño: «Tráela un día a lo alto»
no temo a la muerte artera y silente
no daré un regalo a su gusto inclemente
Más temo a la vida que premia y castiga
que no hace promesas, te hiere o te besa,
es impredecible cual fiera a su presa,
No hesita en clavarte sus armas más lesas.
Si aun siendo valiente también tú cayeras
Sería mi honra del cielo a sus puertas
hacerme presente contigo a mi diestra
que habrás de llenarte de orgullo si vieras
que te honran abriéndote amplias dos puertas,
Haciéndote espacio cual se hace a una reina.
Tu te lo ganaste en tu vida terrena,
la senda era angosta cuando ibas por ella
guijarros y hiedras hirieron tus piernas
cruzaste los bosques sin guías ni estrellas
Los cauces nadaste en aguas turbulentas
Te arropaba en las noches un manto de nieblas
Un ángel cantaba en tus horas despiertas
Y un hada lloraba de angustia o pena
Mas nadie una mano amigable te diera
Por eso es que nunca será recompensar
Aunque eternas te esperen ambas puertas abiertas.
