No conoces de mi cielo la hermosura
ni el edén en las tierras que iluminan,
en mi río torrentoso hay aventura
y en las cumbres de los montes nieve fina.
Desde el cerro de glaciares sempiternos
caen vertientes transparentes, cristalinas,
que acarician todo el cauce con frescura
deslizando como amante bailarina.
La frontera de mi tierra son los vientos,
que azotan en las vastas lejanías
y el límite en mi mar ni lo presiento
si te internas, muy distante lo verías.
Si tu pruebas de mi mano la tersura
y te sumerges de mi amor en lo profundo
entrarás en mi heredad, mi latifundio,
donde vive en soledad un bello mundo.
Y si tallas en la roca nuestros nombres
y te quedas compartiendo sin temores
honraré tu vida entera en poesías
y serás al mundo letras de canciones,
con un himno en honor a tu alegría.
Cuanto tengo ha salido de esta tierra
no hay nada concebido en una mente,
no podrás lanzar monedas a la fuente
y aguardar el futuro sea suerte.
Ni tampoco habrá deseo que quisieses
porque el mundo se hincaría donde tú fueses.
Serás reina en este mundo imaginario
con plebeyos y lacayos siempre fieles.
Mas las rocas que guardasen nuestros nombres
serían mudos vigilantes para siempre
le dirán a tu conciencia si te fueses
“Non Pus Ultra” o dejarás cuanto tuvieres.